Vivimos en un tiempo donde casi todo lo llena el ruido: tráfico, pantallas, notificaciones, conversaciones cruzadas, la prisa convertida en banda sonora de la vida urbana. El silencio, ese que nuestros abuelos encontraban sin buscarlo, se ha vuelto un bien escaso. Hoy es un lujo.

En el campo, en pueblos como Puebla de Alcocer, todavía late ese silencio. No es un vacío: es un silencio lleno de sonidos naturales, de viento que mueve las encinas, de pájaros al amanecer, del rumor lejano del agua. Es un silencio que no incomoda, que no exige, que no distrae. Un silencio que cura.

La ciencia lo confirma: momentos de calma reducen el estrés, favorecen la concentración, mejoran el descanso y reordenan la mente. Es un silencio vivo, que permite al sistema nervioso desconectarse del estrés constante de la ciudad y recuperar su equilibrio. Está demostrado que los entornos silenciosos: Reducen los niveles de cortisol (la hormona del estrés), favorecen la plasticidad cerebral y la regeneración de conexiones neuronales, disminuyen la presión arterial y la frecuencia cardiaca, protegiendo al corazón; mejoran la calidad del sueño, incluso en personas con insomnio leve ;potencian la concentración y la creatividad, al liberar la mente del ruido externo.

En un mundo donde el ruido es permanente, el silencio del campo se convierte en un auténtico tratamiento no farmacológico, accesible y sin efectos secundarios. Estar en contacto con él es, en sí mismo, una terapia: disminuye la ansiedad, fortalece el sistema inmune y mejora la percepción del bienestar general.

Pero más allá de lo biológico, hay algo espiritual: el silencio del campo permite escuchar lo que en la ciudad olvidamos, desde nuestras propias emociones hasta la compañía de quienes tenemos cerca.

Defendemos que el silencio no es ausencia, sino presencia. Presencia de naturaleza, de calma mental, de conexión con lo esencial. Ofrecerlo a quienes nos visitan es quizá el mayor valor añadido de un turismo rural auténtico: dar espacio para parar, para respirar y para recordar que la vida también puede ser sencilla.

El silencio, como bien escaso, es hoy más que nunca un tesoro. Y está en el campo, esperándonos.

Miguel angel delgado Millan

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