La Navidad: cuando paramos… y nos miramos

La Navidad no es solo una fecha en el calendario. Es una pausa. Una de las pocas que todavía respetamos, incluso cuando todo lo demás va deprisa.

Durante el año vivimos en modo automático: agendas llenas, pantallas encendidas, urgencias que se pisan unas a otras. Trabajamos, resolvemos, cumplimos. Y muchas veces no miramos atrás ni a los lados. La Navidad irrumpe como una interrupción incómoda… pero necesaria.

Hay quienes la odian. Porque les saca de su zona de confort. Porque les obliga a mirarse al espejo y preguntarse quiénes son, con quién están… y con quién ya no están. La Navidad no siempre es amable: confronta, recuerda, remueve.

Es también un tiempo de felicitaciones. Antes eran tarjetas escritas a mano, hoy son mensajes de WhatsApp enviados en segundos. Pero el gesto sigue teniendo algo especial: acordarte de personas con las que apenas hablas durante el año. Y eso, en el fondo, es bonito. Es una forma de decir “sigo pensando en ti”, aunque sea tarde y breve.

Luego están las celebraciones: la familia, los amigos, preparar la cena o la comida, pensar qué comprar, qué le gusta a cada uno, querer hacerlo bien. A veces incluso competir sin darnos cuenta: lo más caro, lo más elaborado, como si no hacerlo fuera una forma de desprecio. Y quizá ahí también se nos va un poco el sentido.

Más allá de creencias religiosas, la Navidad habla de algo profundamente humano: el reencuentro. Con los demás, sí, pero sobre todo con uno mismo. Nos recuerda de dónde venimos, quién nos acompañó, a quién echamos de menos y qué hemos ido dejando por el camino.

Es tiempo de mesas compartidas, pero también de silencios. De alegrías… y de ausencias que pesan más que nunca. La Navidad no es siempre feliz, y quizá por eso es tan auténtica. Nos permite reconocer la fragilidad, agradecer lo que tenemos y mirar al otro con un poco más de paciencia.

En profesiones como la medicina —y en tantas otras— la Navidad también es recordar por qué empezamos. Por qué cuidamos, por qué acompañamos, por qué seguimos incluso cuando estamos cansados. Porque cuidar no es solo una tarea: es una forma de estar en el mundo.

Y están las guardias. Cenas y comidas compartidas en el hospital con compañeros que, muchas veces, son casi más familia que la propia, porque pasamos con ellos más tiempo que en casa. Por eso es importante que el hospital cuide esos momentos, que esas comidas no sean una obligación más, sino una pequeña celebración dentro de la dureza del día a día.

La Navidad no arregla los problemas.
Pero humaniza el tiempo.
Nos da permiso para parar, para agradecer, para recordar… y para mirar un poco más allá de nosotros mismos.

 

Logo balhondo
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.